domingo, 12 de junio de 2011

FRUGALES TRANSGRESIONES (Esas palabras que se comparten)


FRUGALES TRANSGRESIONES

        La condición de motorista es rara y cambiante, los estereotipos han quedado ya obsoletos. Sin embargo, resulta curioso el uso del verbo “ser” para referirse al individuo que es motorista. Parece como si la condición de motorista fuese para siempre (el que “fue” parece que aún no ha acabado de dejar de serlo), y fuese motorista todo aquel que monta en moto, aunque sea por simple rutina y transporte. Para algunos, ser motorista es un modo de vida, que se dice, o un asidero para no ahogarse en la rutina cotidiana, e incluso una profesión arriesgada, y todos ellos elevan la moto a categorías mayores. Otros la consideran un vehículo versátil para moverse en días soleados e incluso un objeto que les aporta cierto estatus mal entendido. A todos ellos, uves. 
La sociedad de consumo nos ha enseñado a estar en onda, es decir, tirar lo que tenemos, comprar los mismo pero nuevo, y volver a tirarlo para comprar aquello que tiramos en una primera ocasión, convenientemente actualizado. En fin, me llama la atención cómo las motos forman parte, cada vez más, de la publicidad de moda, perfumes y complementos, en una llamada a las frugales transgresiones, que diría Benedetti, a pequeñas irreverencias complacientes (con el mercado, y tanto), a soltarse una tarde la melena, a oler a cinamomo y a mandioca bajo tejidos frescos y naturales de acertada línea casual salida de la privilegiada mente de Lagerfeld, Hilfigerd y tan amable compañía, mientras montamos motos que nos son un misterio y, oye, es nueva, es retroapenas consume y tiene extras de la marca. Para los que tengan la desgracia de oler todavía a carbonilla y no poder controlar la transpiración bajo la cazadora o el mono que se nos queda estrecho, ahí va este tercer número de Motologías  Iván Montes Gálvez

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